Biografia de Eduardo Cronin

Eduardo Cronin (Cork, Irlanda, 1 de febrero de 1801 - Brixton, 1882) fue uno de los pioneros de la homeopatía en Inglaterra y uno de los fundadores del movimiento de los Hermanos de Plymouth.

 

Hermanos de Plymouth, o simplemente Los Hermanos, fueron los nombres con que se conoció a un conjunto de grupos cristianos independientes entre sí, pero que practicaban una misma doctrina, constituyéndose en un movimiento aparte de las distintas denominaciones de la época. Surgen en Irlanda a comienzos del siglo XIX, como reacción en contra de la división creciente que se daba en la Iglesia Cristiana, a raíz de que las congregaciones se inclinaban por enfatizar algún aspecto particular de la doctrina bíblica. Se les llamó Hermanos de Plymouth debido a que en esta ciudad inglesa alcanzaron su mayor desarrollo.

Se quisieron caracterizar por la práctica de la unidad, el amor fraternal entre todos los creyentes en Cristo, el estudio de la Palabra de Dios y el evangelismo, con el objetivo de expresar una unidad cristiana visible y poner en práctica los principios que guiaban la iglesia primitiva, sin las tradiciones culturales adoptadas durante los siglos precedentes.

La congregación de los Hermanos de Plymouth adoptó los principios que, en base a sus propios estudios bíblicos, consideraron que eran los que constituyeron la iglesia primitiva, inspirada por el Espíritu Santo. Entre los principales se cuentan:

Ausencia de un líder único, que ostentara el título de pastor. Todos se consideraban pastores, ya que la iglesia es conducida, y no gobernada. La conducción de la iglesia, según la Biblia, estaba siempre constituida por un mínimo de dos personas, conocidas como "ancianos". Como dato anexo, encontraron que la palabra "Pastor" (del griego poimen) como título sólo se aplicaba al Señor Jesús, y nunca como un cargo referido a un hombre. Por tal razón, los actuales Hermanos Libres, una iglesia evangélica tradicional derivada de los Hermanos de Plymouth utilizan la palabra ancianos para identificar a los líderes.

Las diferentes funciones en la asamblea no eran asignadas por los hermanos, sino que cada miembro ejercía los dones que el Espíritu Santo le otorgaba, para edificación de la iglesia. Asimismo, entre ellos se conocían simplemente como hermanos, sin ningún otro título ni agregado.

Autonomía de las asambleas locales. Las congregaciones de las diferentes ciudades no dependían una de la otra, ni existía una iglesia madre o asamblea principal.

Reconocieron las reuniones de oración, el estudio bíblico y el Partimiento del Pan (conocido también como Cena del Señor en otras congregaciones), como las prácticas de la iglesia cristiana primitiva.

Sus orígenes se sitúan alrrededor de 1821, cuando un grupo de cristianos, conmovidos por la división creciente, comienzan a reunirse en sus casas para orar y estudiar la Biblia. Los primeros miembros reconocibles fueron Eduardo Cronin, un dentista nacido en Cork en 1801, hijo de padre católico romano (como la mayoría de los irlandeses), y de madre protestante, quien lo guio en la lectura de la Biblia; y Eduardo Wilson, quien junto a un grupo de hermanas se reunían en su habitación para la lectura y estudio bíblico. A ellos se les agregaron Francisco Hutchinson, J. G. Bellet y Antonio N. Groves.

Cuando la habitación de Wilson quedó estrecha para albergar el número de participantes en la reunión, fue necesario alquilar una sala en la calle Fitzwillams Square en Dublín, para reunirse los días Domingo a realizar el "Partimiento del Pan". Esta sala era usada los días hábiles como casa de remates, por lo cual los hermanos debían reorganizar el mobiliario de acuerdo a sus necesidades.

Más tarde, se unió John Nelson Darby, un ex clerigo anglicano que luego de un accidente que lo dejó postrado varios meses, encontró en la Biblia los principios de reunión adoptados por Los Hermanos.

Debido a que Los Hermanos veían cada asamblea como independiente, en muchas ciudades surgieron grupos similares. Es destacado el caso de Plymouth, Inglaterra, donde la obra comenzó alrededor de 1830 cuando otro grupo de cristianos, entre los cuales se encontraban Willam Trotter, Samuel Prideaux Tregolles, Jaime L. Harris, Benjamin W. Newton y J. Wigram, comenzaron a reunirse en la forma que Los Hermanos lo hacían. Fue tal el avivamiento de la obra de los hermanos en esa ciudad que, según relatos históricos, alrededor del año 1850 al menos un miembro de cada familia de Plymouth tenía a un pariente que formaba parte de ésta asamblea. Fue en esa ciudad donde aparecieron por primera vez los himnarios de la asamblea. El primero data de 1836, Himnario Cristiano, y el segundo se editó 1856 con unos pocos himnos y canciones espirituales seleccionados para la pequeña manada, conocido informalmente como El himnario de la pequeña manada.

La obra se propagó por todo el mundo, gracias a hermanos de estas asambleas con vocación misionera, en muchas ciudades de Inglaterra (Bristol, Bath, Londres), en el norte de Italia, Francia, Suiza, Alemania, América del Sur y del Norte.

En el año 1856 a 1858 sucede un cisma que divide a los hermanos en dos grandes grupos: los llamados hermanos libres o por su nombre en inglés Open Brethren y los "hermanos exclusivistas 

Los origenes de los “brethren of Plymouth”.
El movimiento “brethren” (como eran denominadas las Asambleas de Hermanos en Gran Bretaña en el momento de su aparición),se inició en Irlanda en 1826 y pasó a Inglaterra en 1831. Algunos miembros de las iglesias protestantes establecidas en el país, insatisfechos por lo que entendían como frialdad y falta de espontaneidad de sus rígidas formas litúrgicas, empezaron a juntarse en casas particulares para llevar a cabo reuniones de alabanza a Dios, lectura de la Biblia y oración de forma más participativa y libre[1]. No pretendían en modo alguno escindirse de sus iglesias sino que deseaban simultanear estas reuniones más informales con su responsabilidad como miembros de sus iglesias locales. Sin embargo pronto fueron llamados al orden por sus ministros debido a que el número de los que se reunían extraoficialmente crecía demasiado, y a que buena parte de las conclusiones a las que estaban llegando chocaban de frente con numerosos postulados de la Iglesia Anglicana, a la que pertenecían. Finalmente fueron expulsados de sus iglesias y establecieron un original sistema inicialmente alejado de corsés y etiquetas. Nació así un nuevo movimiento de renovación espiritual que pronto fue conocido con el nombre de “brethren of Plymouth” porque la gente, que no sabía cómo llamarles, reparó en las características más perceptibles externamente: se llamaban entre ellos “hermano” o “hermana” y eran muy conocidos por las impactantes reuniones al aire libre que realizaban en los alrededores de esta hermosa ciudad del sur del país.
Este nuevo grupo se caracterizó por: 1º no tener organización definida. 2º No tener orden clerical (punto muy criticado por la Iglesia Anglicana). 3º No tener confesión de fe. 4º No tener vínculo de unión visible. 5º No tener presidente. 6º No tener ministros ordenados[2]. 7º Autonomía de las asambleas.
Su desencanto del mundo y su pesimismo respecto a la sociedad que les tocaba vivir, unido a su convicción de la inminente segunda venida de Cristo, les llevaba a desechar la participación activa en política[3] y a predicar la urgente necesidad de purificar la Iglesia del Señor, para prepararse ante Su pronta venida. Esto tuvo dos consecuencias inmediatas:
1. Un cambio radical en el modo de vida de los creyentes tal que éstos dedicaban a Dios todos los ámbitos de su vida, eliminando la separación entre las actividades espirituales y las profesionales, relaciones familiares etc., puesto que la vida del creyente debía ser gobernada por el Espíritu Santo en todos sus ámbitos. Este cambio radical de cada individuo (al sumarse en el conjunto) tuvo una gran influencia en la sociedad británica del siglo XIX.[4]
2. Una impresionante proyección misionera, para llevar este mensaje de salvación y segunda venida de Cristo a lugares en los que era desconocida la Biblia. Esta proyección misionera estaba fomentada por los adelantos alcanzados en los sistemas de transporte y tenía su antecedente en los movimientos pietistas del siglo XVIII (metodismo), pero los brethren le proporcionaron unas características propias[5].

España como objetivo misionero de los “Plymouth Brethren”.

De entre los muchos países sumidos en la ignorancia y oscurantismo a juicio de los evangélicos británicos, España era sin duda el más necesitado de los países europeos. Desde los tiempos del triunfo de la Reforma en Inglatera y Escocia, multitud de libros publicados versaban sobre la drástica persecución del protestantismo en España y su eficaz y aterradora maquinaria inquisitorial. Estos textos interpretaban que las consecuencias de ello habían sido entre otras la superstición y la intolerancia en la que los españoles habían sido obligados a vivir, negándoseles la libertad de conciencia.
Sin duda sensibilizado por esta visión de la situación en España, Robert Cleaver Chapman[6] -uno de los pioneros de las Asambleas en Inglaterra- decidió viajar a este peligroso país y recorrerlo en 1838. Junto a dos Hermanos -Pick y Handcock- que le acompañaban, Chapman cargado de folletos y algunos Nuevos Testamentos visitó gran parte de la geografía peninsular predicando y ofreciendo literatura evangélica a todo aquél que le quisiera escuchar. Obviamente tenían que realizar movimientos rápidos y alejarse pronto de los lugares donde habían predicado, debido al peligro real de ser denunciados a las autoridades y arrestados por el grave delito de hacer proselitismo y propaganda de la herejía protestante. Antes de abandonar la ciudad de Vigo en esta visita, Chapman subió al monte do Castro -lugar próximo desde el que puede verse toda la ciudad- y allí oró rogando al Señor que El hiciese posible la entrada libre del Evangelio. Sin duda ésta fue la plegaria más cargada de simbolismo, pero desde luego no fue la única. A su regreso Chapman compartió con los demás Hermanos su preocupación por España -ahora vista con sus propios ojos- y empezó una rueda ininterrumpida de oración e intercesión constante en las Asambleas por la llegada de tiempos propicios para la extensión del Evangelio en el país.
Chapman volvió a España en 1863, sólo tres años después de la detención de Manuel Matamoros y sus colaboradores en Barcelona y Andalucía, que habían sido procesados por proselitismo y propaganda protestante. Esta vez vino acompañado por otros Hermanos -George Lawrence y W. Gould- quienes permanecieron en el país hasta 1865, año en el que tuvieron que huir precipitadamente al ser descubiertas sus actividades en la zona de Cataluña; fueron condenados, en ausencia, a galeras. No imaginaban en ese momento lo próximo a cambiar que estaba el panorama político, ya que tres años más tarde triunfaría la Septembrina Revolución de 1868 y se impondría -aunque por poco tiempo- el derecho a la libertad de conciencia.
Y así, los acontecimientos que provocaron el exilio de la reina Isabel II y la caída del régimen fueron percibidos en las Asambleas en Gran Bretaña como la contestación divina a treinta años de oración continuada a favor de esta apertura, por lo que de inmediato comenzó el flujo misionero a este destino.


Instalación de misioneros en España y formación de Asambleas de Hermanos.

Los ya mencionados Gould y Lawrence regresaron a España tan pronto se conoció la noticia del triunfo de la Revolución y se instalaron el primero en Madrid y el segundo en Barcelona. A ellos se sumó C. Faithfull, abandonando momentáneamente su destino en Francia, para colaborar en la rápida expansión del Evangelio entre el pueblo español. Al año siguiente comenzó el flujo de misioneros con destino a nuestro país, que desde entonces se produjo de forma ininterrumpida hasta la guerra civil que estallaría un siglo más tarde; misioneros recordados como el matrimonio Fenn, el matrimonio Payne, o Rosetta Levason (luego señora Blamire) llegaron en 1869. En 1873 llegaron entre otros Mary Elisa Taylor y dos estudiantes del Spurgeon College, J.Wigstone y Tomas Blamire.
Podríamos seguir citando a muchos otros, hombres y mujeres de las asambleas británicas que fueron paulatinamente abandonando el confort de sus hogares, la seguridad y estabilidad que les proporcionaba su país, para adentrarse en una España intolerante, insegura y políticamente inestable. Se ubicaron al principio en las dos grandes capitales del país mencionadas, por razones obvias de seguridad, proximidad a diplomáticos británicos, y también por la -a su juicio- mayor receptividad al Evangelio de la población urbana. Sin embargo, a partir de 1875 descubrirían el noroeste peninsular y principalmente Galicia -Ferrol y A Coruña- desde donde se fueron extendiendo en numerosísimos grupos a lo largo de toda su geografía. También se instalaron en zonas de Andalucía y Castilla: puntos estables como Linares y Toral de los Guzmanes entre otros, desde donde se expandieron no sin grandes esfuerzos.
Muchos de ellos fueron tomando conciencia de las enormes carencias espirituales que tenía nuestro país, a través de los informes periódicos que estos pioneros mencionados enviaban a sus congregaciones y a Echoes of Service -órgano de difusión de las actividades misioneras brethren en todo el mundo, editado desde 1872- y en los que se reflejaban vívidamente las sorprendentes reacciones de la población al ponerla en contacto con el mensaje bíblico. Por ello, a pesar de los recortes a las libertades expresados en las leyes españolas vigentes y aplicadas con mayor o menor rigor hasta la proclamación de la II República en 1931 -recortes éstos producidos a raíz del nuevo viraje político que inauguró la Restauración en 1874- y a pesar también de las enormes dificultades para el trabajo de evangelización derivadas de ello, los misioneros siguieron insistiendo en elegir España como destino: fueron acusados muchas veces por la prensa reaccionaria de actuar como espías, o con intereses colonizadores para su país, tuvieron problemas para abrir escuelas o locales de culto; para enterrar creyentes evangélicos o a los hijos de éstos, para vender biblias y para exponer el mensaje en los pueblos de nuestra geografía. Tuvieron que hacer frente a continuas denuncias por proselitismo, por propaganda en las fachadas de las capillas (con letreros identificativos) o simplemente por ser audibles en el exterior de los locales de culto los cánticos de los creyentes en sus reuniones; fueron obligados a esconderse para celebrar bautismos y evitar así denuncias por manifestación pública de una religión “disidente de la del Estado”. Luego, con la llegada de la República, los misioneros se quejaban del indiferentismo religioso de una población que les escuchaba sólo mientras hablaran negativamente del clero católico, pero que cuando se le presentaba su necesidad de salvación, perdía todo interés.
Formación de núcleos y asambleas: en ocasiones los misioneros encontraban creyentes españoles que habían conocido el mensaje bíblico en el extranjero durante sus años de emigrantes en Cuba, Argentina, Francia, Gran Bretaña u otros países y que al regresar a su tierra se incorporaban a las Asambleas; en otras ocasiones encontraban creyentes en puntos aislados de la geografía, que se habían convertido por la lectura privada de la Bíblia; otras veces las conversiones se producían por su propio trabajo.[7]
Estos creyentes españoles integrados en la asamblea de su localidad, una vez bautizados, participaban en las actividades que los misioneros habían desplegado, en función de su formación, aptitudes y probado testimonio cristiano: los más preparados colaboraban en las escuelas como maestros, otros -en especial las mujeres- organizaban en sus casa reuniones de lectura bíblica con sus familiares y vecinos; cuidaban enfermos con sus propios medios normalmente mermados y establecían turnos si la enfermedad era larga y lo requería, o los recibían en sus casas para cuidarlos.
Sin lugar a dudas, la actividad principal en la que algunos creyentes españoles se ocuparon de forma más eficaz fue en la distribución de las Escrituras por toda la geografía española. Los conocidos como “colportores” de las distintas Sociedades Bíblicas extranjeras que ejercieron su actividad en España, fueron en su gran mayoría españoles, condición que éstas exigían de sus empleados, por entender que los autóctonos conocían mejor la forma de pensar de la gente sencilla de los pueblos y ciudades que tenían que recorrer en sus viajes de venta y distribución. Son muchas las anécdotas que los descendientes de estos colportores pueden contarnos y que ilustran acerca de las enormes dificultades y peligros que esta actividad misionera entrañaba: amenazas, agresiones, denuncias y prisiones eran habituales y un excelente manejo bíblico unido al buen conocimiento de la idiosincrasia del pais, libró a más de un colportor español en situaciones de riesgo real de sus vidas.
Estos distribuidores españoles eran coordinados por los misioneros ingleses que actuaban de agentes como intermediarios entre las sociedades biblicas y los colportores: ellos los reclutaban, recogían los informes y les pagaban su sueldo. Ellos mismos los acompañaban en sus viajes y peligros: junto a Galo Páramo y a Ventura Vidal por ejemplo, pedalearon en no pocas ocasiones George Chesterman, Thomas Berkley o Thornton Turrall.
Por otra parte, la forma de entender el culto inaugurada por las Asambleas de Hermanos en Gran Bretaña y exportada a nuestro país, permitió participar en el denominado culto libre a todos los creyentes españoles varones al mismo nivel que los misioneros, en aplicación de la radical interpretación -tan característica de las Asambleas- del principio luterano del sacerdocio universal. Esto supuso para ellos una auténtica liberación de los viejos esquemas clericales heredados del catolicismo en lo que a la participación en el culto se refiere, si bien justo es reconocer que este aspecto se circunscribió estrictamente a éste ámbito. En efecto, en la toma de decisiones importantes de organización, disciplina etc. se descartó -desde algún tiempo después de su implantación- la fórmula asamblearia y el conjunto de los creyentes autóctonos no tuvo opción a formar una iglesia genuinamente española ni pudo decidir en la marcha de sus comunidades de forma explícita; fueron fuertemente tutelados por los misioneros extranjeros, los cuales se reunían -dos veces al año por lo menos- para unificar criterios de actuación. Se impuso por esta causa, sin pretenderlo, un modelo cultural importado y una cierta sacralización inconsciente de lo “inglés” como sinónimo de “espiritual”.
Esta actitud se radicalizó sobre todo a partir de la Guerra Civil española y de modo especial en los primeros años de la postguerra porque buena parte de los misioneros extranjeros se vieron obligados a abandonar el país y tuvieron que dejar las riendas de las comunidades en manos de los ancianos y obreros españoles quienes mantuvieron todo “tal y como lo habían dejado los ingleses” hasta que les fue permitido regresar. Pero esto pertenece ya a otra etapa de nuestra historia.




Defender y confirmar el ministerio neotestamentario de Watchman Nee y Witness Lee y la práctica de las iglesias locales. Todos los versículos y las notas de pie de página fueron tomados del Nuevo Testamento Versión Recobro. La casa publicadora Living Stream Ministry tiene todos los derechos reservados sobre los extractos tomados de la Versión Recobro y del ministerio de Watchman Nee y Witness Lee y fueron utilizados con permiso. Witness Lee es el autor de las citas a menos que este señalado de otra manera. Las citas del Antiguo Testamento fueron tomadas de la versión Reina Valera, 1960 y del Texto Revisado.
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