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Nuestro evangelioAntes de que el Señor Jesús ascendiera a los cielos, exhortó a Sus discípulos a salir y predicar el evangelio por todas partes (Mt. 28:19; Mr. 16:15). Nosotros Sus creyentes llevamos esta carga con gozo, porque el poder que Dios tiene para salvar a todos los que creen en El está en el evangelio. La honra más elevada que el hombre puede tener es proclamar el evangelio a los hombres. El evangelio que proclamamos es abundantemente rico y extensivo; es el evangelio de Jesucristo. El apóstol Pablo lo dice claramente: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo” (Ef. 3:8). Así que, nuestro evangelio es simplemente Jesucristo mismo. La persona de CristoCristo es Dios desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. De los Tres del Dios Triuno, El es el Hijo de Dios. El fue el Creador de todas las cosas. Todo fue hecho por El (Jn. 1:3). En el tiempo, El se hizo hombre y participó de nuestra naturaleza. El es el hombre perfecto, porque tiene la naturaleza creada pero no el pecado. Murió en la cruz como hombre para cumplir todos los justos requisitos que Dios nos exigía. Por consiguiente, se hizo nuestro Redentor. Aún más, El es nuestro Salvador. Sin embargo, Su salvación no sólo nos salva del castigo, sino que también es una salvación en la vida divina (Ro. 5:10). Cuando El nació como hombre, fue llamado Jesús, lo cual significa Jehová el Salvador o Jehová la salvación (Mt. 1:21). El es el Cristo, el Mesías (Jn. 1:41), Aquel que fue ungido por Dios para llevar a cabo el plan, o la economía, de Dios (Ef. 3:11; 1:10). Cuando estuvo en esta tierra, se le llamó el Señor (Lc. 2:11; Mt. 3:3) porque El es eternamente Dios; y después de resucitar y ascender, El como hombre fue hecho Señor de todos (Hch. 2:36). El es el postrer Adán, quien se hizo Espíritu vivificante en resurrección (1 Co. 15:45) para entrar en Sus creyentes y darles vida (1 Jn. 5:12). Ahora El es la vida y la resurrección para ellos (Jn. 11:25; 3:15; Fil. 3:10). Lo que Cristo cumplióCristo no sólo es una Persona maravillosa sino también Aquel que ha cumplido una gran obra. Lo efectuado por El es parte de nuestro evangelio al mismo grado que lo es Su Persona. Lo primero que El efectuó fue Su encarnación. Cristo fue concebido por obra del Espíritu Santo en el vientre de una virgen (Mt. 1:18, 20). Cuando El nació, era completamente Dios y completamente hombre, un Dios-hombre. Como hombre, experimentó el vivir humano por más de treinta años. Vivió como un hombre humilde (cfr. Is. 53:2) y se relacionó con toda clase de personas. Pasó por los sufrimientos humanos, la tristeza, el menosprecio, el rechazo (Is. 53:3), las pruebas y las tentaciones (He. 2:18; 4:15). Este Dios-hombre incluso lloró (Jn. 11:35). Sin duda, El era completamente hombre. Después de experimentar una vida humana completa, el Señor Jesús pasó por una muerte todo-inclusiva. Murió como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29). En la cruz El fue levantado como la serpiente de bronce, tal como Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, y los hijos de Israel vivieron (Jn. 3:14; Nm. 21:4-9). Aunque El tenía la semejanza de la carne del pecado (Ro. 8:3), no poseía la naturaleza pecaminosa y serpentina (He. 4:15). El fue hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21), y murió para tratar con nuestra naturaleza pecaminosa y con la fuente de nuestro pecado, la serpiente antigua, quien es el diablo, Satanás (Ap. 20:2). El también murió como un grano de trigo, pues cayó en la tierra y murió (Jn. 12:24). No sólo quitó de en medio todas las cosas negativas del universo sino que también dio la vida divina a los creyentes para que pudieran ser Su abundante fruto. Con esta muerte todo-inclusiva El nos trajo Su redención eterna (He. 9:12). Cristo también logró la resurrección (1 Co. 15:4). Con Su resurrección Dios lo vindicó a El y Su obra y lo aprobó, y la resurrección llega a ser la prueba de nuestra justificación delante de Dios (Ro. 4:25). Por Su resurrección Cristo ganó la victoria sobre Satanás, la muerte, el Hades y la tumba (He. 2:14; Hch. 2:31). Por tanto, después de hacer nula la muerte por Su propia muerte, El sacó a la luz la vida y la incorrupción mediante el evangelio por Su resurrección (2 Ti. 1:10). En la resurrección Cristo regresó a los discípulos e infundió aliento en ellos para que recibieran el Espíritu Santo como vida en esencia (Jn. 20:22). Luego El ascendió y se sentó a la diestra de Dios, por encima de todo el universo (Mr. 16:19; Ef. 1:20-21). Después de Su ascensión derramó el Espíritu de poder sobre Sus creyentes para que fuera el poder de ellos económicamente (Hch. 2:4; 10:44-45). De este modo, bautizó a todos los creyentes una vez y por todas en el Espíritu y en Su Cuerpo (1 Co. 12:13). Lo que Cristo alcanzó y obtuvoCristo, por todo lo que realizó, logró y obtuvo varias cosas que proclamamos como nuestro evangelio. El llegó a la cumbre del universo, por encima de todo (Ef. 1:21). Como Dios-hombre, con las naturalezas divina y humana, El llegó a la cumbre de los atributos divinos y de las virtudes humanas. En Su vida humana El expresó los atributos divinos en Sus virtudes humanas. Luego en Su resurrección y como el Dios-hombre exaltado en la ascensión, El elevó las virtudes humanas al máximo grado para que los atributos divinos pudieran ser expresados en lo humano por la eternidad. Este Dios-hombre glorificado obtuvo el trono (He. 12:2), la gloria y la honra (He. 2:9), un nombre que está por encima de todo nombre (Fil. 2:9-11), el señorío (Hch. 2:36) y la posición de Príncipe (Hch. 5:31). Lo que Cristo hizoNuestro evangelio incluye lo que Cristo hace en esta era, cuando regrese, y en la eternidad. En la era actual, Cristo trae arrepentimiento y perdón de pecados para salvar a los pecadores (Hch. 5:31; 16:31). El salva a los pecadores a fin de hacer de ellos Sus miembros para la edificación de Su iglesia (Mt. 16:18), la cual es Su Cuerpo (Ef. 1:22b-23). Al edificar la iglesia en esta era, El establece el reino de Dios en la tierra (Mt. 16:18-19; 6:10). Además, El es el Mediador del nuevo pacto (He. 8:6), el cual estableció mediante Su muerte (Mt. 26:28), y es Ministro del verdadero tabernáculo; es Aquel que da a los creyentes la vida y suministro celestiales de las riquezas divinas (He. 8:1-2). El es el Sumo Sacerdote de los creyentes (He. 4:14), el cual intercede por ellos delante de Dios para que sean salvos por completo (He. 7:24-26). En El los creyentes tienen un Abogado delante del justo Dios; El defiende nuestra causa y se ofrece como nuestra propiciación (1 Jn. 2:1-2), como la ofrenda que satisface a Dios por nosotros. Cuando Cristo regrese, transfigurará el cuerpo de nuestra humillación (Fil. 3:20-21), redimiendo así nuestros cuerpos para que podamos disfrutar de la plena filiación (Ro. 8:23). Cuando El regrese, restaurará todas las cosas de la creación, que fue sometida a la esclavitud de corrupción (Ro. 8:20-23) por causa de la rebelión de Satanás y la caída del hombre. El traerá el reino de Dios a esta tierra, y el reino de este mundo vendrá a ser el reino de nuestro Dios y de Su Cristo (Ap. 11:15; 12:10). En la eternidad Cristo es el Cordero que está en el trono con Dios (Ap. 22:1). El es el Marido del pueblo redimido de Dios (Ap. 21:9, 2). En la Nueva Jerusalén, la consumación de la obra de Dios por todas las edades, Dios y el Cordero son el templo en el cual los redimidos sirven a Dios (Ap. 21:22), y el Cordero es la lámpara de la ciudad (Ap. 21:23). En dicha ciudad eterna, Cristo es el árbol de la vida, y se suministra como vida a toda la ciudad y trae sanidad a las naciones para siempre (Ap. 22:1-2; cfr. Jn. 15:1). Quienquiera que se arrepienta y crea en este evangelio recibirá la redención que Cristo efectuó y la salvación que les ha preparado. La salvación de ellos consiste en ser perdonados sus pecados, ser justificados por Dios, ser reconciliados con Dios, y ser regenerados y salvos mediante Su Espíritu. En esto consisten las buenas nuevas (Ro. 10:15). |
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